viernes, 22 de mayo de 2015


EL INCENDIO DE L'ALCALATÉN 2007

Una mirada irreflexiva e injusta
Por Daniel Gozalbo



La fiscal D. Dolores Ofrecio, con total seguridad es sensible ante un robo o pérdida patrimonial en su vivienda. Más aun, seguro que sabe apreciar el valor de una torre renacentista, una estatua de Adsuara o un cuadro de Ribalta. Estoy convencido que si un malhechor dañase alguna de estas obras históricas, abriría de oficio causa contra él. No solamente ella, gran parte de la sociedad castellonense sentiría como grave el daño causado y hasta los medios de comunicación reservarían su espacio para lamentar su pérdida.
La sociedad en su conjunto ha interiorizado el alto valor de nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural, hasta el punto de que cualquier daño a ese legado se entiende como propio. Sin duda le asignarían un valor, quizás incalculable, por la pérdida de alguna de esas obras maestras, porque con independencia de su propiedad, está también su belleza, el placer que experimentamos ante su contemplación, el orgullo de convivir con ella, de ayudarnos a sentirnos felices.
En cambio, no ocurre lo mismo con otro de nuestros patrimonios comunes más preciados: el natural. Las pérdidas o los agravios a su biodiversidad las valoramos poco si las comparamos con otra pérdida patrimonial. No damos la menor importancia a los atropellos a ardillas, a una matanza de una cabra montés, al odio irracional al lobo, a la muerte de un águila, al incendio de un bosque, al arrasamiento de miles de hectáreas de fincas agrícolas quemados por el fuego en l’Alcalatén. Unas, de algarrobos, abandonadas por la política agraria europea, otras, de almendros, no rentables por las importaciones masivas y muchas más con la pérdida irreparable de miles de olivos, muchos centenarios, que desde la edad media se enseñoreaban de los bancales.



Esa gran desgracia, ni nuestra fiscal Dª. María Dolores Ofrecio ni gran parte de nuestros convecinos castellonenses, la consideran como una pérdida de patrimonio. Es más simple la explicación, no le dan valor. El matorral noble, plagado de aladadiernos, arces, madroños, enebros, sabinas, robles o aligustres, todos ellos protegidos por la Generalitat, pueden ser arrasados sin temor, ya que no valen nada. Su valor es, según nuestra inolvidable fiscal, 13 euros por hectárea. Dos campos de futbol enteros plantados con esas especies valen 13 euros. ¿Qué pensamiento alberga su cerebro? ¿Qué sistema de valores y de medida usa? ¿Qué sentimientos alberga su corazón?




¿Merecemos una Fiscal que mira con tanto desdén al interior rural? Su mentalidad utilitarista capitalina raya en la indecencia, al olvidar el papel vivificador del secano que nos circunda, cuna de la mayor biodiversidad cuyo valor es esencial para una vida saludable. Yo mismo le hablé de la pérdida de un pequeño bosque de robles “macarullés”, el único del término municipal de Costur, el más meridional de la provincia, que forma parte del historial sentimental de muchas generaciones y se había salvado de su tala para carbón. No resistió este incendio. Lo encontró sentimental pero sin valor, cero euros. Ella asegura en cambió que ahora huele a romero, pero olvida que la fauna ha desaparecido, que el matorral que lo sustituye es innoble y mimético, aliaga y más aliaga. Olvida a generaciones de labradores, que continuaban cultivando el terreno, habían vivido de él, de sus algarrobos, de sus almendros y de sus olivos arrasados hoy por el fuego,


No es consciente de lo inmensamente afortunados que somos los castellonenses de disfrutar de una oferta de ecosistemas tan variado y de una biodiversidad tan rica. Tenemos un patrimonio natural en nuestro interior que nos genera riqueza material y anímica, que nos enriquece con su multiplicidad natural, con su variado paisaje, que nos proporciona salud. Un patrimonio que sin embargo permanece anónimo para muchos y para la Fiscal despreciado y olvidado. No le damos el valor que merece y lo ignoramos. Con su propuesta y ejemplo está condenando al medioambiente al desprecio y, por tanto, nunca seremos capaces de amarlo ni menos de preservarlo. Su mirada hacia el interior no solo es irreflexiva e injusta, es perversa.
Daniel Gozalbo Bellés

Nuestra esperanza



 Fotos extraídas de la exposición "Un año de incendio" organizada por la AC La Fontanella

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